
El vino milenario de los íberos en la bodega de Les Freses
David Gutiérrez Pulido · Historiador del Arte ·www.sorollajavea.wordpress.com
Cuando hablamos de la cultura del cultivo de las viñas y la elaboración del vino en la Marina Alta, tenemos que remontarnos a un siglo VII a.C. para encontrar, en el yacimiento arqueológico íbero del Alt de Benimaquía, la bodega de vino más antigua de toda Europa, por lo menos hasta ahora conocida. Más de 2.500 años después, la bodega Les Freses, en Jesús Pobre, ha conseguido resucitar un vino que se acerca lo más posible, a la manera en cómo los íberos pudieron producirlo.
![[Img #31450]](https://gatadigital.es/upload/images/11_2024/7076_fig-02.jpg)
El yacimiento arqueológico del Alt de Benimaquía, es un asentamiento íbero situado en la estribación oeste del Montgó, no muy lejos de la población de Jesús Pobre y en el término municipal de Dénia. Fue en la década de 1960 cuando el doctor Hermanfrid Schubart, empezó a realizar las primeras excavaciones, a las se han sucedido otras campañas. Lo que parecía un simple poblado fortificado, se convirtió en un yacimiento de gran relevancia al descubrir que albergaba la bodega de vino más antigua de la Península Ibérica, hasta ahora conocida. En su interior se han encontrado estancias formadas por balsas en donde se pisaba la uva, otras dedicadas a la fermentación y almacenes en donde se encontraron gran cantidad de ánforas, tanto piezas importadas del mundo fenicio como una producción propia. E incluso, se han llegado a recuperar miles de pepitas de uvas que indican que fue una producción a gran escala.
![[Img #31451]](https://gatadigital.es/upload/images/11_2024/7207_fig-03.jpg)
Más de 2.500 años después, en 2008, Mara Bañó, decide iniciar un sueño que tenía tiempo atrás, crear su propio viñedo y elaborar sus propios vinos. La enóloga y vinicultora tuvo siempre muy claro de querer recuperar aquellas variedades de moscatel que a la Marina Alta le había dado tanta fama en aquellos albores del siglo XIX, cuando la pasa, era el producto estrella en la Marina. Tras un periodo de estudio y experimentación levantó, de lo que fue un campo de fresas, su pequeña gran empresa, Les Freses, una bodega que ofrece una variedad de diez caldos: cinco blancos de moscatel, uno dulce, un rosado y tres tintos.
Pero en este juego de experimentación con la moscatel, fue mucho más allá. Teniendo presente la información del hallazgo de ánforas íberas, la producción del vino en el yacimiento arqueológico y su idea de recuperar el pasado, como si fuera una arqueóloga experimental, se planteó la siguiente pregunta ¿Y si hiciéramos un vino tal y como lo hicieron los íberos del Alt de Benimaquía? Y aquí empezó el juego.
![[Img #31452]](https://gatadigital.es/upload/images/11_2024/6961_fig-04.jpg)
Lo primero era intentar reproducir fielmente aquellas ánforas íberas que se habían descubierto. Gracias a la arqueología, se podía reconstruir las formas, medidas y grosores de las mismas. Estas ánforas, de producción propia realizadas con arcillas del entorno, tenían una variedad de colores que varían entre el beige y el anaranjado. Tienen una altura de entre 46 y 56 centímetros, un diámetro máximo de entre 34 a 44 centímetros y un diámetro en la boca de entre 11 y 13 centímetros. Una característica peculiar es que poseen dos asas circulares, las cuales servían para poder colgar estas piezas y provocar que las corrientes de aire facilitaran el tener una temperatura constante y fría. Para cubrir la boca se utilizaba una tapa sellada con cera. También se sabe que tras la primera fermentación del mosto, en el interior de estas ánforas había otro proceso de unos 40 días.
![[Img #31453]](https://gatadigital.es/upload/images/11_2024/9636_fig-05.jpg)
Con todos estos datos, Mara Bañó, decidió recrear este proceso y sus ánforas. Tomando muestras de tierras arcillosas de su finca, se llevaron al ceramista y vinicultor Carles Llarch, en el Alt Penedès, quien consiguió reproducir de la manera más fiel las mismas. Una vez trasladadas en la bodega, se iniciaba el juego de procesar el vino. Utilizando una uva 100% moscatel de Alejandría, con una maceración y fermentación elaborada con levaduras propias en pie de cuba y una crianza de 7 meses. Cada ánfora alberga una capacidad de unos 350 litros.
El resultado fue todo un éxito, creando la marca del vino Àmfora. Un vino con un color limpio y brillante, con intensidad en el olfato en donde se mezclan con aromas florales de jazmín o vegetales como la manzanilla y el hinojo. Su sabor es complejo, seco y salino. Es un vino que marina muy bien con comidas fuertes y potentes, a pesar de que se tiene extendido de que un vino blanco ha de acompañar a un pescado, el vino Àmfora puede romper perfectamente con este mito y siendo un blanco, combina muy bien con platos de carne.
![[Img #31454]](https://gatadigital.es/upload/images/11_2024/2845_fig-06.jpg)
Una curiosidad relacionada con el Alt de Benimaquía, sus milenarias bodegas y el descubridor de las mismas, en este juego y empeño de Mara Bañó por recuperar y valorar el pasado, fue el empeño de contactar directamente con el doctor Hermanfrid Schubart. Aunque ya inició las pesquisas para seguirle la pista que le llevaron a Madrid, allí le dijeron que vivía en Berlín. Sin saber cómo acceder a él, buscó los contactos en un listín telefónico con su apellido, llamando uno a uno hasta que consiguió localizarle. Cercano y abierto, la hazaña hizo que de este contacto, surgiera la idea de dedicarle un homenaje en la bodega Les Freses en agradecimiento a toda su aportación a la arqueología y la historia en la Marina Alta. Este sentido y cálido homenaje se produjo en 2018, con gran asistencia de público en el que degustaron el vino milenario que Les Freses había recuperado de los íberos.
De esta manera, lo que empezó siendo un juego y una experimentación, Les Freses, y su directora Mara Bañó han conseguido crear un producto único y de gran calidad. La bodega Les Freses se encuentra en la población de Jesús Pobre (parcela 1, polígono 12) y organiza visitas guiadas de para mostrar la bodega y la producción de sus vinos unido a una cata con una selección tres de sus mejores caldos.
David Gutiérrez Pulido · Historiador del Arte ·www.sorollajavea.wordpress.com
Cuando hablamos de la cultura del cultivo de las viñas y la elaboración del vino en la Marina Alta, tenemos que remontarnos a un siglo VII a.C. para encontrar, en el yacimiento arqueológico íbero del Alt de Benimaquía, la bodega de vino más antigua de toda Europa, por lo menos hasta ahora conocida. Más de 2.500 años después, la bodega Les Freses, en Jesús Pobre, ha conseguido resucitar un vino que se acerca lo más posible, a la manera en cómo los íberos pudieron producirlo.
El yacimiento arqueológico del Alt de Benimaquía, es un asentamiento íbero situado en la estribación oeste del Montgó, no muy lejos de la población de Jesús Pobre y en el término municipal de Dénia. Fue en la década de 1960 cuando el doctor Hermanfrid Schubart, empezó a realizar las primeras excavaciones, a las se han sucedido otras campañas. Lo que parecía un simple poblado fortificado, se convirtió en un yacimiento de gran relevancia al descubrir que albergaba la bodega de vino más antigua de la Península Ibérica, hasta ahora conocida. En su interior se han encontrado estancias formadas por balsas en donde se pisaba la uva, otras dedicadas a la fermentación y almacenes en donde se encontraron gran cantidad de ánforas, tanto piezas importadas del mundo fenicio como una producción propia. E incluso, se han llegado a recuperar miles de pepitas de uvas que indican que fue una producción a gran escala.
Más de 2.500 años después, en 2008, Mara Bañó, decide iniciar un sueño que tenía tiempo atrás, crear su propio viñedo y elaborar sus propios vinos. La enóloga y vinicultora tuvo siempre muy claro de querer recuperar aquellas variedades de moscatel que a la Marina Alta le había dado tanta fama en aquellos albores del siglo XIX, cuando la pasa, era el producto estrella en la Marina. Tras un periodo de estudio y experimentación levantó, de lo que fue un campo de fresas, su pequeña gran empresa, Les Freses, una bodega que ofrece una variedad de diez caldos: cinco blancos de moscatel, uno dulce, un rosado y tres tintos.
Pero en este juego de experimentación con la moscatel, fue mucho más allá. Teniendo presente la información del hallazgo de ánforas íberas, la producción del vino en el yacimiento arqueológico y su idea de recuperar el pasado, como si fuera una arqueóloga experimental, se planteó la siguiente pregunta ¿Y si hiciéramos un vino tal y como lo hicieron los íberos del Alt de Benimaquía? Y aquí empezó el juego.
Lo primero era intentar reproducir fielmente aquellas ánforas íberas que se habían descubierto. Gracias a la arqueología, se podía reconstruir las formas, medidas y grosores de las mismas. Estas ánforas, de producción propia realizadas con arcillas del entorno, tenían una variedad de colores que varían entre el beige y el anaranjado. Tienen una altura de entre 46 y 56 centímetros, un diámetro máximo de entre 34 a 44 centímetros y un diámetro en la boca de entre 11 y 13 centímetros. Una característica peculiar es que poseen dos asas circulares, las cuales servían para poder colgar estas piezas y provocar que las corrientes de aire facilitaran el tener una temperatura constante y fría. Para cubrir la boca se utilizaba una tapa sellada con cera. También se sabe que tras la primera fermentación del mosto, en el interior de estas ánforas había otro proceso de unos 40 días.
Con todos estos datos, Mara Bañó, decidió recrear este proceso y sus ánforas. Tomando muestras de tierras arcillosas de su finca, se llevaron al ceramista y vinicultor Carles Llarch, en el Alt Penedès, quien consiguió reproducir de la manera más fiel las mismas. Una vez trasladadas en la bodega, se iniciaba el juego de procesar el vino. Utilizando una uva 100% moscatel de Alejandría, con una maceración y fermentación elaborada con levaduras propias en pie de cuba y una crianza de 7 meses. Cada ánfora alberga una capacidad de unos 350 litros.
El resultado fue todo un éxito, creando la marca del vino Àmfora. Un vino con un color limpio y brillante, con intensidad en el olfato en donde se mezclan con aromas florales de jazmín o vegetales como la manzanilla y el hinojo. Su sabor es complejo, seco y salino. Es un vino que marina muy bien con comidas fuertes y potentes, a pesar de que se tiene extendido de que un vino blanco ha de acompañar a un pescado, el vino Àmfora puede romper perfectamente con este mito y siendo un blanco, combina muy bien con platos de carne.
Una curiosidad relacionada con el Alt de Benimaquía, sus milenarias bodegas y el descubridor de las mismas, en este juego y empeño de Mara Bañó por recuperar y valorar el pasado, fue el empeño de contactar directamente con el doctor Hermanfrid Schubart. Aunque ya inició las pesquisas para seguirle la pista que le llevaron a Madrid, allí le dijeron que vivía en Berlín. Sin saber cómo acceder a él, buscó los contactos en un listín telefónico con su apellido, llamando uno a uno hasta que consiguió localizarle. Cercano y abierto, la hazaña hizo que de este contacto, surgiera la idea de dedicarle un homenaje en la bodega Les Freses en agradecimiento a toda su aportación a la arqueología y la historia en la Marina Alta. Este sentido y cálido homenaje se produjo en 2018, con gran asistencia de público en el que degustaron el vino milenario que Les Freses había recuperado de los íberos.
De esta manera, lo que empezó siendo un juego y una experimentación, Les Freses, y su directora Mara Bañó han conseguido crear un producto único y de gran calidad. La bodega Les Freses se encuentra en la población de Jesús Pobre (parcela 1, polígono 12) y organiza visitas guiadas de para mostrar la bodega y la producción de sus vinos unido a una cata con una selección tres de sus mejores caldos.
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